El C.H.E., sucesor de Fidel*

Si el enunciado dejó al lector perplejo como la momia de Lenin, lo invitamos a que permanezca un momento con nosotros antes de entregarse al pánico e internarse en la sierra, maestro.

Muerto Fidel, hecho que supimos predecir basándonos en el materialismo dialéctico y sus leyes inexorables, así como en su condición de ser de carbono y no de silicio (lo que se seguiría de la teoría de los Alienígenas Ancestrales, en todo caso), la pregunta por su sucesión y por el futuro de la isla resulta pertinente.

El procedimiento científico indica una consideración de los factores históricos, políticos, económicos, tanto como de los elementos subjetivos y todas esas cosas. Es cierto y necesario; del mismo modo que en la entrada a la revolución se discutió profusamente el rumbo  y los medios a utilizar, en debates tales como el que involucró a Guevara, Charles Bettelheim y al sumo pontífice de la IV Internacional, Ernest Mandel, sobre la economía de transición, o la polémica acerca del método de la guerrilla y su extensión a países más proletarios y con menor vegetación, actualizando muchas de las controversias fundamentales del marxismo (a propósito de la selva, los distintos tipos de arbusto y la clásica disputa en filosofía del lenguaje sobre el olmo, el haya y el correcto alojamiento del significado, o externalismo semántico), es oportuno, decíamos, tal como se hace en la cárcel, la escuela o cualquier reunión social, cachear a esta pseudo revolución para saber de qué manera sale del quilombo en que se metió. Seguramente la inspección arroje que su honor ha sido mancillado (nada que no ocurra también en la cárcel o en el casamiento de Puglia, por ejemplo).

Ya llegará el momento para que apologistas y detractores se lancen a su trivial danza de diatribas y hagiografías igualmente acríticas y burdas; quizá también para la momificación del difunto y la inevitable recaída en el culto a la persona, que ya está reclamando, dicho sea de paso, la constitución de un monte Rushmore compañero; ya habrá tiempo e interesados en ello, pero nosotros afirmamos que el C.H.E. es el sucesor de Fidel y no escamoteamos nuestro juicio: el futuro de la isla depende de que se produzca ese fenómeno conocido por sus siglas de C.H.E., o Comunismo Humano Espontáneo, de manera que la aparente paradoja que le puso las cejas de punta a más de uno no era tal, y repetimos con total convicción: el legítimo heredero de Fidel no es otro que el C.H.E. La historia nos absorberá.

* Publicado en «La muerte de Fidel y otros ensayos», Editorial la (H)Oz y el Martillo, San Petersburgo, 1993.