Las Tesis de A(b)ril


“¡Santos Petersburgos, Trotsky, esto es un quilombo!” sentenció el líder bolchevique en una estación finlandesa, recién llegado del exilio.

Y sí, San Petersburgo, el 3 de abril de 1917, estaba tan conmocionado como San Ramón el día que me puse a repartir volantes (y zagueros) con imágenes paganas censuradas y explícitas en la puerta de la catedral. Un despropósito.

Lenin, Lutero, Ockam, yo, somos la clase de tipo jodido que alborota el avispero sin medir las consecuencias, con la diferencia que algunos lo hacen en el sentido del movimiento histórico y otros con menos oportunidad que gas en almuerzo de ADM.

Lenin pertenecía al primer grupo, y ese 4 de abril de 1917, luciendo y hediendo peor que Mujica tras 15 días de abonado intenso en su chacra, se apostó frente a sus correligionarios y peló un papelito arrugado que marcaría un cambio de rumbo crucial en la revolución.

“Pongo a su consideración las siguientes tesis para orientar al partido en la nueva situación que se abre ante nosotros, la vanguardia del proletariado”, sentenció Vladimir Illich y entregó a su secretario… las instrucciones del año 13, de Artigas.

Con Lenin lejos de la sala, Zinoviev, encargado de leer el documento, dejó a los presentes de cara, tanto como que Pravda no se atrevió a publicarlas y optó por encanutarlas en una bóveda sellada y soldada que fue arrojada al río Neva y cubierta con escombros por el socialchovinista Kamenev.

Pero el partido no pudo sustraerse al predicamento de su líder indiscutido, y la línea liberal burguesa terminó por imponerse.

En octubre Ulianov, advirtiendo que algo raro estaba sucediendo, se revisó los bolsillos de la campera de cuero pulenta que vestía desde abril y encontró el otro papel, titulado “Las tareas del proletariado en la presente revolución”. “¡Recórcholis!” pensó, “¡por eso estábamos haciendo cualquiera!”

Sin perder un segundo trepó al Bolchemóvil y llevó las nuevas directivas a sus compañeros, no sin antes propinarle un severo correctivo a Alfred por gil y contrarrevolucionario, justo cuando Kerenski, en su papel de Guasón, iba a picar a Jóven Maravilla (Trotsky) como un queso.

El resto es papel (picado).

Notas:

(1) El logo de la IV Internacional es un anacronismo, sí, no se amotinen, insensatos.

(2) En la versión original eran las Tesis de Avril y no las Instrucciones del año 13. Allí radicaba el chiste, pero la censura dictaminó «rescatate, careta» y el argumento me pareció convincente.